Nuestra
última parada iba a ser el Lago Inle, así que a primera hora nos subimos en una
minivan que nos llevaría allí, el viaje de 6 horas se hizo bastante duro y
pesado ya que la furgoneta iba llena, los asientos eran incómodos y muy
estrechos. Para llegar a Inle hay que subir a 900 metros de altitud y
encontrarlo entre montañas.
Al llegar al
lago Inle nos pararon en una especie de frontera para pagar la "entrada" al pueblo. El
poblado, Nyaungshwe, al norte del lago donde nosotros estábamos alojados es un
pequeño pueblito que se recorre fácilmente en una hora. Al tener dos días
completos en Inle decidimos que el primer día “nos cansaríamos” visitando los
alrededores del Lago en bicicleta y al siguiente podríamos descansar sentados
en la barca que nos llevaría a conocer la vida en el Lago.
Así que después de un buen descanso al día siguiente cogimos nuestras bicicletas (que el hotel nos proporcionaba de manera gratuita) y comenzamos a recorrer el Lago por el lado izquierdo. Nuestra primera parada fueron los viñedos Red Mountain Estate, aunque no catamos el vino dada la hora. Seguimos camino después de descansar un rato en los viñedos… Lo que no nos esperábamos era que nuestro camino estuviera plagado de camiones que iban y venían construyendo una multitud de hoteles de alta categoría a lo largo de la ribera del Lago.
A mitad del lago alquilamos una barca que nos llevó a la orilla contraria para ir en busca de las termas. La idea de las termas sonaba muy bien en nuestra cabeza, después de todo el día pedaleando, darnos un buen baño en unas termas naturales… aunque con lo que nos contábamos era que el calor exterior, unido al calor de las aguas lo único que provoca es una tremenda bajada de tensión. En la recepción del lugar nos aseguraban que tres piscinas eran frías y tres calientes, pero la realidad es que todas ardían como el infierno.
Como fuimos conscientes de nuestro error una vez pagada la entrada, decidimos quedarnos allí a comer algo, darnos un baño aunque fuera cortito, leer en una tumbona, seguido de una ducha y a seguir pedaleando para volver al pueblo.
Al día siguiente nos dirigimos pronto por la mañana al lago desde el que se puede alquilar una barca y lo conseguimos rápido, el día se había despertado poco claro y sabíamos que en algún momento iba a llover así que lo mejor era empezar cuanto antes.
Las barcas
son alargadas y llevan unas sillas de madera para acomodar a los pasajeros,
paraguas por si llueve y chalecos salvavidas. El recorrido tradicional que
hacen por el lago es a diversas tiendas de artesanía, y templos, aunque lo
realmente bonito es ver cómo crecen sus huertos en el agua, como sigue viviendo
la población del lago, como siguen pescando con su tradicional forma de sujetar
el remo con un pie. (Al entrar en el lago unos lugareños vestidos a la manera
tradicional y haciendo cabriolas con el remo intentaron vendernos pescado). El
lago está lleno de vida, familias de pescadores, artesanos… A lo largo de
nuestro camino hicimos varias paradas en templos, concretamente en uno de ellos
pudimos ver cómo, debido a la cantidad de oro que los birmanos han ido
colocando sobre los budas, parecen conguitos recubiertos de oro.
Otra de nuestras paradas fue el templo de los gatos saltarines (sí, se conoce por ese nombre y así aparece en los mapas). Se le llama así debido a que los monjes budistas, en sus ratos de ocio, para mitigar el aburrimiento, han enseñado a sus gatos a saltar… Nosotros llegamos a la hora de la siesta, por lo que los gatos estaban descansando.
Volvimos al puerto un minuto antes de que empezara a diluviar, aunque en
este momento nosotros ya estábamos bien refugiados en el Inle View Point con un
café y mousse de chocolate. Así se puede pasar bien una tormenta…
Habíamos
decidido volver a Yangon en avión en lugar de las 11 horas que nos llevaría
volver en autobús y una vez leído que los aviones no son muy fiables en
horarios, cancelaciones, etc. volvimos a Yangon un día antes de que saliera
nuestro avión de vuelta a Singapur.
En Myanmar no
se pueden comprar billetes de avión por internet, y nos resultaba un tanto
extraño, hasta que descubrimos el porqué… los billetes se escriben a mano!
Compramos nuestros billetes en nuestro hotel, que nos lo gestionó con una
agencia local…
Ese día por
la mañana, y en medio de una fuerte tormenta, un taxista nos llevó de nuestro
hotel hasta el aeropuerto. La lista de pasajeros es también una lista hecha a
mano y distinguen a los pasajeros de una u otra compañía mediante unas
pegatinas. En el avión no hay asientos asignados.
Con todo
esto, es uno de los mejores aviones low-cost en los que hemos viajado, los
asientos son cómodos, es un constante ir y venir de azafatas ofreciendo té y
café, pastas, bizcocho, toallitas refrescantes, etc. todo un despliegue!
Volvimos a
Yangon y a un nuevo hotel a descansar, y aunque volvimos a salir a dar un paseo
para despedirnos del país, estábamos deseando volver a Singapur y a casa…
No hay comentarios:
Publicar un comentario