miércoles, 25 de febrero de 2015

Rutas: Southern Ridges

La ruta de Southern Ridges, de unos 8kms, se compone de varios tramos diferentes, nosotros empezamos en Kent Ridge y terminamos en Harbour Front, pero se puede hacer al contrario, de hecho la mayoría de las guías marca el inicio en Vivo City – Harbour Front.



Así decidimos empezar pronto el domingo para que nos cogieran las horas de muchísimo sol. Cogimos el metro y nos bajamos en la parada de Kent Ridge, una vez aquí hay que salir en dirección al Science Park y unos metros más adelante nos encontraremos el principio del camino.

La ruta está muy bien señalizada y sería la siguiente:

  • Kent Ridge Park: Un parque precioso para empezar el camino.

  • Canopy Walk: Un puente elevado de madera nos permitió observar multitud de invernaderos por el camino.

  • Floral Walk o HortPark: Un gran descubrimiento, este tramo del camino más orientado a pasar un día de picnic o con niños está lleno de flores, de kioskos de música y esculturas. Compuesto por unos 20 jardines temáticos incluye invernaderos para la investigación y venta al por menor. 


  • Alexandra Arch: Este arco, que comunica el HortPark  con el Forest Walk, simula una hoja abierta y tiene un tamaño de 80 metros. Parece que por la tarde, a las 7pm, va cambiando de color, pero nosotros pasamos por la mañana.

  • Forest Walk: Un paseo de 1,3 kms por un puente de acero elevado y en zig-zag recorre el bosque de Telok Blangah.

  • Henderson Waves: este puente de “olas” a 36 metros sobre Henderson Road es el puente peatonal más grande de Singapur.


  • Faber Walk: recorre un precioso camino, en algunas zonas un poquito más difícil ya que se pone cuesta arriba, pero  en el que se pueden ver monos.

  • Marang Trail: Terminado el camino de Faber Walk en la parte alta de Mount Faber se puede observar el teleférico que le une con Sentosa. 

Es un camino repleto de escalones y senderos. De ahí que decidiéramos acabar al revés, bajando las cientos de escaleras que componen este tramo y no empezar subiéndolas.


  • Harbour Front: Al finalizar el camino nos encontramos con la parada de metro. 
Recomendaciones y normas:
  • Ropa cómoda, deportiva, de algodón.
  • Repelente para mosquitos
  • Protección solar
  • Agua
  • Hay que tener en cuenta que esta prohibido y puede acarrear una multa el dar de comer a los monos
  • Procurar no llevar bolsas de plástico para que los animales no piensen que es comida.
  • Por supuesto no tirar basura.

Os animais a ir de ruta? 



sábado, 7 de febrero de 2015

Myanmar: Lago Inle

Nuestra última parada iba a ser el Lago Inle, así que a primera hora nos subimos en una minivan que nos llevaría allí, el viaje de 6 horas se hizo bastante duro y pesado ya que la furgoneta iba llena, los asientos eran incómodos y muy estrechos. Para llegar a Inle hay que subir a 900 metros de altitud y encontrarlo entre montañas.

Al llegar al lago Inle nos pararon en una especie de frontera para pagar la "entrada" al pueblo. El poblado, Nyaungshwe, al norte del lago donde nosotros estábamos alojados es un pequeño pueblito que se recorre fácilmente en una hora. Al tener dos días completos en Inle decidimos que el primer día “nos cansaríamos” visitando los alrededores del Lago en bicicleta y al siguiente podríamos descansar sentados en la barca que nos llevaría a conocer la vida en el Lago.


Así que después de un buen descanso al día siguiente cogimos nuestras bicicletas (que el hotel nos proporcionaba de manera gratuita) y comenzamos a recorrer el Lago por el lado izquierdo. Nuestra primera parada fueron los viñedos Red Mountain Estate, aunque no catamos el vino dada la hora. Seguimos camino después de descansar un rato en los viñedos… Lo que no nos esperábamos era que nuestro camino estuviera plagado de camiones que iban y venían construyendo una multitud de hoteles de alta categoría a lo largo de la ribera del Lago. 


A mitad del lago alquilamos una barca que nos llevó a la orilla contraria para ir en busca de las termas. La idea de las termas sonaba muy bien en nuestra cabeza, después de todo el día pedaleando, darnos un buen baño en unas termas naturales… aunque con lo que nos contábamos era que el calor exterior, unido al calor de las aguas lo único que provoca es una tremenda bajada de tensión. En la recepción del lugar nos aseguraban que tres piscinas eran frías y tres calientes, pero la realidad es que todas ardían como el infierno. 

Como fuimos conscientes de nuestro error una vez pagada la entrada, decidimos quedarnos allí a comer algo, darnos un baño aunque fuera cortito, leer en una tumbona, seguido de una ducha y a seguir pedaleando para volver al pueblo.



El camino que nos llevó de las Hot Springs, o termas, al pueblo fue mucho más bonito que el primer tramo del día… aquí no había obras, solo campo, animales pastando, niños volviendo del colegio y muchos árboles…






Al día siguiente nos dirigimos pronto por la mañana al lago desde el que se puede alquilar una barca y lo conseguimos rápido, el día se había despertado poco claro y sabíamos que en algún momento iba a llover así que lo mejor era empezar cuanto antes.

Las barcas son alargadas y llevan unas sillas de madera para acomodar a los pasajeros, paraguas por si llueve y chalecos salvavidas. El recorrido tradicional que hacen por el lago es a diversas tiendas de artesanía, y templos, aunque lo realmente bonito es ver cómo crecen sus huertos en el agua, como sigue viviendo la población del lago, como siguen pescando con su tradicional forma de sujetar el remo con un pie. (Al entrar en el lago unos lugareños vestidos a la manera tradicional y haciendo cabriolas con el remo intentaron vendernos pescado). El lago está lleno de vida, familias de pescadores, artesanos… A lo largo de nuestro camino hicimos varias paradas en templos, concretamente en uno de ellos pudimos ver cómo, debido a la cantidad de oro que los birmanos han ido colocando sobre los budas, parecen conguitos recubiertos de oro.



Otra de nuestras paradas fue el templo de los gatos saltarines (sí, se conoce por ese nombre y así aparece en los mapas). Se le llama así debido a que los monjes budistas, en sus ratos de ocio, para mitigar el aburrimiento, han enseñado a sus gatos a saltar… Nosotros llegamos a la hora de la siesta, por lo que los gatos estaban descansando.

Volvimos al puerto un minuto antes de que empezara a diluviar, aunque en este momento nosotros ya estábamos bien refugiados en el Inle View Point con un café y mousse de chocolate. Así se puede pasar bien una tormenta…


Habíamos decidido volver a Yangon en avión en lugar de las 11 horas que nos llevaría volver en autobús y una vez leído que los aviones no son muy fiables en horarios, cancelaciones, etc. volvimos a Yangon un día antes de que saliera nuestro avión de vuelta a Singapur.

En Myanmar no se pueden comprar billetes de avión por internet, y nos resultaba un tanto extraño, hasta que descubrimos el porqué… los billetes se escriben a mano! Compramos nuestros billetes en nuestro hotel, que nos lo gestionó con una agencia local…


Ese día por la mañana, y en medio de una fuerte tormenta, un taxista nos llevó de nuestro hotel hasta el aeropuerto. La lista de pasajeros es también una lista hecha a mano y distinguen a los pasajeros de una u otra compañía mediante unas pegatinas. En el avión no hay asientos asignados.

Con todo esto, es uno de los mejores aviones low-cost en los que hemos viajado, los asientos son cómodos, es un constante ir y venir de azafatas ofreciendo té y café, pastas, bizcocho, toallitas refrescantes, etc. todo un despliegue!

Volvimos a Yangon y a un nuevo hotel a descansar, y aunque volvimos a salir a dar un paseo para despedirnos del país, estábamos deseando volver a Singapur y a casa…

Myanmar: Bagan

En Bagan nos alojamos en Old Bagan, en el Bagan Thiripyitsaya Sanctuary Resort, en mitad de la zona de los templos. Nada más llegar alquilamos unas bicicletas eléctricas justo a tiempo para acercarnos hasta uno de los templos, trepar y ver la puesta de sol. Nuestra primera incursión ya nos hizo vislumbrar lo que teníamos por delante todo el día siguiente. Allá donde mirases las siluetas de cientos de pagodas se recortaban contra el horizonte sin límite.



El Rey Anawrahta creó Bagan en 1044 y unifico el país introduciendo el budismo theravada. Durante doscientos años reyes y reinas construyeron sus pagodas en este maravilloso lugar, solo comparable a los hermosos templos de Angkor en Camboya.


Al día siguiente de nuestra llegada contratamos nuevamente con nuestro hotel las bicicletas eléctricas que poseen 8 horas de autonomía y que proporcionan una agradable forma de visitar los templos.

Bagan está muy bien acondicionado para estas visitas, dos carreteras principales recorren los principales puntos del lugar y una vez vistos solo hay que perderse por los caminos secundarios. No hay ruta fija, los mapas proporcionados por hoteles o puntos turísticos marcan los principales templos, muy cerca unos de otros, el resto queda a gusto del visitante, nosotros nos adentrábamos en uno u otro camino secundario para visitar templos mas pequeños, menos concurridos, pero con el mismo encanto que los demás.


A la hora de la comida solo hay que pararse en alguno de los muchos restaurantes que se encuentran situados en la conocida "franja de restaurantes" y disfrutar de un estupendo curry.






Terminamos de ver los templos y antes de regresar al hotel nos enteramos de que había mujeres jirafa en el pueblo y decidimos ir a verlas, sin saber que estaban en una casa privada y que eran las familiares del dueño que se encontraban de vacaciones, habían venido desde Tailandia y se irían cuando el calor volviera a hacerse más fuerte. Nos mostraron como tejían y nos contaron la historia de esta peculiar tradición, aunque también nos dijeron que actualmente pocas jóvenes siguen haciéndolo. Les pedimos permiso para hacernos unas fotos y accedieron muy amables. Fueron absolutamente encantadoras. 

Myanmar: Mandalay

Varias paradas por el camino, en sitios sorprendentemente limpios y tras 8 horas de viaje, llegamos a las 5 de la mañana a Mandalay... nuestro mayor problema era pensar que la entrada a nuestro hotel no era hasta las 12 así que decidimos ir a ver el amanecer al puente de teka mas famoso de Myanmar el Puente U Bein. Hasta allí llegamos tras el tradicional regateo con los taxistas que se agolpaban a las puertas del autobús.

El puente se encuentra en una de las cuatro antiguas ciudades que hay alrededor de Mandalay. El puente tiene 1.6 km, tiene 200 años y es un ir y venir constante de pescadores, monjes...
Una vez visto el amanecer aunque un poco nublado, decidimos arriesgarnos e ir al hotel, al menos para hacer check-in, y a lo mejor tomar un café... El Smart Hotel fue un hotel estupendo, en el centro de la ciudad, un precio genial y además nuestra habitación estaba lista a las 7 de la mañana! El cielo amenazaba lluvia así que decidimos quedarnos un rato allí, el desayuno nos dio fuerzas y la ducha caliente fue revitalizante.

Cuando la lluvia nos dio una tregua salimos a conocer la ciudad, mucho más limpia y cuidada que Yangon, en el centro está el Palacio Real, que no visitamos puesto que en su interior quedan pocos restos y además el dinero que recaudan en entradas se destina al Gobierno, al régimen militar que impera en el país y para nada democrático.

Tras recorrer un lateral de la fortaleza, nos dirigimos a una parte del antiguo Palacio que esta fuera de sus murallas. El Shwe Kyaung Monastery es el único resto original del Palacio y se trasladó fuera de los muros de este tras la muerte del rey Mindon. Tanto su exterior como su interior se encuentran laboriosamente tallados.

A unos metros de este monasterio nos encontramos con una infinidad de pagodas que pudimos visitar casi a solas.


Después de una comida estupenda en el Cafe City, en la calle 66 decidimos que ya estábamos preparados para encaminarnos hacia la colina de Mandalay. La colina se encuentra a 230 metros de altura y todo el camino hasta arriba hay que recorrerlo descalzo pues es un lugar sagrado. El camino es largo y junto con el calor y la humedad propias de la época lluviosa se hace difícil pero la recompensa en su cima son unas vistas maravillosas sobre la ciudad, el palacio y el atardecer que se refleja en los cientos de espejitos que componen el templo que está en la cúspide.





Contratamos dos motoristas que nos bajaron hasta nuestro hotel de nuevo y tras una ducha y una vez contratado lo que íbamos a hacer al día siguiente decidimos cenar en la terraza de nuestro hotel que estaba promocionando su nuevo restaurante y cocteles gratuitos para los que estábamos en él alojados.

Al día siguiente decidimos contratar un taxi que nos llevara a las cuatro ciudades antiguas que hay alrededor de Mandalay:

Amarapura
Su nombre en sanscrito significa Ciudad de la Inmortalidad y fue la capital de Myanmar desde 1823 a 1841 en que el Rey Budawpya cambió la capital a Inwa. Posteriormente el Rey Mindón mandó construir Mandalay y trasladó la capitalidad allí. Y aunque ya habíamos visitado su parte más famosa: el puente U-Bein y estuvimos allí para ver amanecer volvimos a ver atardecer.



Inwa (AVA)
Cruzando el río en una pequeña barca nos acercamos a Inwa, donde cogimos un coche de caballos que nos mostró los tesoros que aún guardan estas antiguas ciudades.














Nos sorprendió aquí que, en lugar de pedirnos dinero, me pidieran a mí concretamente productos de belleza. No llevaba mucho encima y lo poco que tenía (una barra de labios, una pequeña colonia) se la entregué a las chicas que me la pidieron, eran encantadoras y les hubiera dado todo el neceser si lo hubiera llevado encima.

Sagaing y Mingun
A orillas del río Ayeyarwady se encuentran estas pequeñas ciudades que cuenta con numerosos monasterios.



A la mañana siguiente un minibús viene a recogernos y junto con dos parejas de turistas mas ponemos rumbo a Bagan y sus cuatro mil templos. 

Myanmar: Yangon y Bago


Tres días después de nuestra boda aterrizamos en Yangon... No es el tipo de sitio que uno se imagina cuando piensa en una Luna de Miel al uso, por decirlo de manera suave, Yangon no es bonito... La primera impresión no alentaba nuestras ansias de turismo, edificios hechos polvo, abandonados, un recuerdo del colonialismo totalmente en decadencia pero con ese encanto que hay detrás al pensar en su época dorada...  Mucho, mucho caos, una hora de taxi desde el aeropuerto al hotel da una idea del tiempo que perdimos en semáforos, atascos y demás. Decididos a darle una oportunidad a la ciudad llegamos a nuestro hotel y nos pusimos en marcha.

Un pequeño recorrido a pie para ver los alrededores no ayudó a disipar nuestra primera impresión, las calles están llenas de basura, cantidades ingentes de polvo se acumulan en la aceras y aparte de algún templo y alguna iglesia lo más interesante son los abandonados edificios de antiguos gobiernos.



Las calles están llenas de manchas rojas debido a la hoja de betel que los birmanos consumen constantemente y que llena su boca de un color rojo como si de sangre se tratara y que escupen mientras mastican dichas hojas dejando estas marcas en el suelo allá por donde pasan... La hoja de betel, que preparan en numerosos puestos por las calles, tiene propiedades narcóticas y es altamente adictivo.


Otra de las peculiaridades es la pasta de color claro que las birmanas se ponen en la cara, habitualmente dos círculos, uno en cada mejilla, pero en otras ocasiones dibujos bastante complejos. Esta pasta, que se extrae de la planta de la Thanaka, tiene propiedades cosméticas y por lo que luego me comentaron al principio se usaba más para proteger la piel de las inclemencias del tiempo (a los niños se les sigue aplicando como protector), para las mujeres ahora es un elemento más decorativo. 

A última hora de la tarde nos dirigimos a su mayor reclamo turístico, la Pagoda Shwedagon:
En el 600 AC Gautama Buda alcanzo la Iluminación, mientras duraba Su Viaje en siete direcciones, dos comerciantes, Taphussa y Ballika, le ofrecieron comida. Tras haber obtenido ocho mechones de cabello suyo como bendición ambos volvieron a la tierra Okkalapa, donde fueron recibidos por una multitud liderada por el Rey Okkalapa.
El Rey Okkalapa coloco los cabellos consagrados junto a los objetos de otros tres Budas que habían llegado a la Iluminación, en una pagoda de 66 metros de altura que se convirtió en Shwedagon, el Relicario de los Cuatro.
Del 600 AC hasta el S.XIV, Shwedagon estuvo mantenido por 32 Reyes de la Dinastía Okkalapa y desde 1372 DC por los Reyes Banya U, Banyayan, Banyagyandaw y otros.
En 1453 cuando la reina Shin Saw Pu ascendió al trono, lo había elevado a una altura de 92 metros y en 1774, el rey Sinbuyshin lo hizo reconstruir a una altura de 99,36 metros.
La estupa está recubierta por un baño de oro y es la más sagrada para los budistas del país.

Al día siguiente de nuestra llegada decidimos visitar una ciudad cercana a Yangon, Bago, así que llamamos al taxista que nos llevó del aeropuerto al hotel y que nos había caído simpático después de mostrarnos unas libretas que acumula en su taxi donde los turistas de diferentes nacionalidades dejaban sus comentarios sobre sus viajes con él y, aunque no entendía su significado, nos decía que prefería que la gente escribiera en su idioma materno como recuerdo. Así pudimos leer algunos comentarios en español, inglés, francés, etc... y gracias a ellos pudimos hacernos una idea de lo que significaba viajar por carretera en Myanmar.

En Bago visitamos el enorme Buda tumbado, Shwethalyaung, que tiene 55 metros de largo. Esta es su historia contada alrededor de la estatua mediante pinturas:
El Rey que gobernaba el país y profesaba un credo erróneo, envía a uno de sus hijos para cazar en el bosque como un sacrificio.
Según lo ordenado por su padre el Rey, el Príncipe se va al bosque con compañeros y seguidores.
En el camino hacia el bosque, en un pueblo cercano, se encuentra con una damisela lun llamada Dalahtaw, seguidora de Buda.
El príncipe contrae matrimonio con ella con la promesa de que a ella se le seguirá permitiendo practicar su religión.
En la corte, la mujer no se somete a las estatuas paganas, y reza a Buda en su propia sala.
Los funcionarios de los tribunales paganos la acusan de calumnia y el Rey ordena que ella y sus acompañantes sean sacrificados en honor a los dioses.
Delante de la estatua pagana adorada por el rey, la dama ruega y hace un voto, y la estatua comienza a romperse en pedazos.
El Rey Migadeikpa, presa del miedo y lamentando su culto equivocado, pone en libertad a su hijo y su nuera y ordena poner una estatua para culto.
De acuerdo a los dictados del Rey, toda la población renuncia a su culto pagano, se vuelven budistas y construyen una estatua de Buda.
El Rey Migadeikpa, ahora seguidor de Buda, completo la estatura en 994 y se conoce como Shwe Tha Lyaung Pagoda.

Posteriormente el taxista nos lleva a uno de los templos más concurridos de monjes en Myanmar, Kha Khat Wain Kyaung, y nos cuenta que los birmanos tienen que pasar un año entre los 5 y los 15 en uno de los templos como parte de su enseñanza... Volvemos a ver lo que ya habíamos vivido en Laos, el paseo de los monjes recogiendo su comida y luego pudimos asistir a su rezo... Una vez más me siento incómoda mientras les observo, una sensación de estar entrometiéndonos en algo muy privado, aunque el taxista me insta a tomar fotos como parte del recorrido turístico...

Nuestra siguiente parada es una gigante escultura con cuatro Budas sentados. La historia, que nos cuenta nuestro taxista-guía, es la siguiente: Cuatro hermanas mon se comprometen a construir este lugar sagrado y, al mismo tiempo, mantenerse vírgenes y solteras para siempre. Una vez finalizada esta obra una de las hermanas rompe su trato y contrae matrimonio, por lo que una de las caras de los budas se destruyó. Esa es la teoría, aunque pudiera ser que el terrible terremoto que hubo tuviera algo que ver. Actualmente todas se han reconstruido y por ello cada cara es diferente y cada escultura tiene unos gestos, facciones y formas diferentes.

Otra de las visitas que tuvimos ese día fue el Palacio Real, una majestuosa construcción que pudimos visitar por dentro casi a solas.


Volvemos a Yangon y nuestro taxista nos deja en la estación de autobuses, un lugar caótico, lleno de compañías de autobuses, de puestos locales de comida y en general poco agradable para las dos horas que nos toca esperar a que llegue nuestro autobús nocturno. 

El autobús es estupendo, (compañía JJ Express) casi completamente reclinable, nos dan mantas, almohada, una cajita con comida y pelis.