sábado, 7 de febrero de 2015

Myanmar: Yangon y Bago


Tres días después de nuestra boda aterrizamos en Yangon... No es el tipo de sitio que uno se imagina cuando piensa en una Luna de Miel al uso, por decirlo de manera suave, Yangon no es bonito... La primera impresión no alentaba nuestras ansias de turismo, edificios hechos polvo, abandonados, un recuerdo del colonialismo totalmente en decadencia pero con ese encanto que hay detrás al pensar en su época dorada...  Mucho, mucho caos, una hora de taxi desde el aeropuerto al hotel da una idea del tiempo que perdimos en semáforos, atascos y demás. Decididos a darle una oportunidad a la ciudad llegamos a nuestro hotel y nos pusimos en marcha.

Un pequeño recorrido a pie para ver los alrededores no ayudó a disipar nuestra primera impresión, las calles están llenas de basura, cantidades ingentes de polvo se acumulan en la aceras y aparte de algún templo y alguna iglesia lo más interesante son los abandonados edificios de antiguos gobiernos.



Las calles están llenas de manchas rojas debido a la hoja de betel que los birmanos consumen constantemente y que llena su boca de un color rojo como si de sangre se tratara y que escupen mientras mastican dichas hojas dejando estas marcas en el suelo allá por donde pasan... La hoja de betel, que preparan en numerosos puestos por las calles, tiene propiedades narcóticas y es altamente adictivo.


Otra de las peculiaridades es la pasta de color claro que las birmanas se ponen en la cara, habitualmente dos círculos, uno en cada mejilla, pero en otras ocasiones dibujos bastante complejos. Esta pasta, que se extrae de la planta de la Thanaka, tiene propiedades cosméticas y por lo que luego me comentaron al principio se usaba más para proteger la piel de las inclemencias del tiempo (a los niños se les sigue aplicando como protector), para las mujeres ahora es un elemento más decorativo. 

A última hora de la tarde nos dirigimos a su mayor reclamo turístico, la Pagoda Shwedagon:
En el 600 AC Gautama Buda alcanzo la Iluminación, mientras duraba Su Viaje en siete direcciones, dos comerciantes, Taphussa y Ballika, le ofrecieron comida. Tras haber obtenido ocho mechones de cabello suyo como bendición ambos volvieron a la tierra Okkalapa, donde fueron recibidos por una multitud liderada por el Rey Okkalapa.
El Rey Okkalapa coloco los cabellos consagrados junto a los objetos de otros tres Budas que habían llegado a la Iluminación, en una pagoda de 66 metros de altura que se convirtió en Shwedagon, el Relicario de los Cuatro.
Del 600 AC hasta el S.XIV, Shwedagon estuvo mantenido por 32 Reyes de la Dinastía Okkalapa y desde 1372 DC por los Reyes Banya U, Banyayan, Banyagyandaw y otros.
En 1453 cuando la reina Shin Saw Pu ascendió al trono, lo había elevado a una altura de 92 metros y en 1774, el rey Sinbuyshin lo hizo reconstruir a una altura de 99,36 metros.
La estupa está recubierta por un baño de oro y es la más sagrada para los budistas del país.

Al día siguiente de nuestra llegada decidimos visitar una ciudad cercana a Yangon, Bago, así que llamamos al taxista que nos llevó del aeropuerto al hotel y que nos había caído simpático después de mostrarnos unas libretas que acumula en su taxi donde los turistas de diferentes nacionalidades dejaban sus comentarios sobre sus viajes con él y, aunque no entendía su significado, nos decía que prefería que la gente escribiera en su idioma materno como recuerdo. Así pudimos leer algunos comentarios en español, inglés, francés, etc... y gracias a ellos pudimos hacernos una idea de lo que significaba viajar por carretera en Myanmar.

En Bago visitamos el enorme Buda tumbado, Shwethalyaung, que tiene 55 metros de largo. Esta es su historia contada alrededor de la estatua mediante pinturas:
El Rey que gobernaba el país y profesaba un credo erróneo, envía a uno de sus hijos para cazar en el bosque como un sacrificio.
Según lo ordenado por su padre el Rey, el Príncipe se va al bosque con compañeros y seguidores.
En el camino hacia el bosque, en un pueblo cercano, se encuentra con una damisela lun llamada Dalahtaw, seguidora de Buda.
El príncipe contrae matrimonio con ella con la promesa de que a ella se le seguirá permitiendo practicar su religión.
En la corte, la mujer no se somete a las estatuas paganas, y reza a Buda en su propia sala.
Los funcionarios de los tribunales paganos la acusan de calumnia y el Rey ordena que ella y sus acompañantes sean sacrificados en honor a los dioses.
Delante de la estatua pagana adorada por el rey, la dama ruega y hace un voto, y la estatua comienza a romperse en pedazos.
El Rey Migadeikpa, presa del miedo y lamentando su culto equivocado, pone en libertad a su hijo y su nuera y ordena poner una estatua para culto.
De acuerdo a los dictados del Rey, toda la población renuncia a su culto pagano, se vuelven budistas y construyen una estatua de Buda.
El Rey Migadeikpa, ahora seguidor de Buda, completo la estatura en 994 y se conoce como Shwe Tha Lyaung Pagoda.

Posteriormente el taxista nos lleva a uno de los templos más concurridos de monjes en Myanmar, Kha Khat Wain Kyaung, y nos cuenta que los birmanos tienen que pasar un año entre los 5 y los 15 en uno de los templos como parte de su enseñanza... Volvemos a ver lo que ya habíamos vivido en Laos, el paseo de los monjes recogiendo su comida y luego pudimos asistir a su rezo... Una vez más me siento incómoda mientras les observo, una sensación de estar entrometiéndonos en algo muy privado, aunque el taxista me insta a tomar fotos como parte del recorrido turístico...

Nuestra siguiente parada es una gigante escultura con cuatro Budas sentados. La historia, que nos cuenta nuestro taxista-guía, es la siguiente: Cuatro hermanas mon se comprometen a construir este lugar sagrado y, al mismo tiempo, mantenerse vírgenes y solteras para siempre. Una vez finalizada esta obra una de las hermanas rompe su trato y contrae matrimonio, por lo que una de las caras de los budas se destruyó. Esa es la teoría, aunque pudiera ser que el terrible terremoto que hubo tuviera algo que ver. Actualmente todas se han reconstruido y por ello cada cara es diferente y cada escultura tiene unos gestos, facciones y formas diferentes.

Otra de las visitas que tuvimos ese día fue el Palacio Real, una majestuosa construcción que pudimos visitar por dentro casi a solas.


Volvemos a Yangon y nuestro taxista nos deja en la estación de autobuses, un lugar caótico, lleno de compañías de autobuses, de puestos locales de comida y en general poco agradable para las dos horas que nos toca esperar a que llegue nuestro autobús nocturno. 

El autobús es estupendo, (compañía JJ Express) casi completamente reclinable, nos dan mantas, almohada, una cajita con comida y pelis.


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